La parte del predicador en su predicación – Homilética III

La predicación es la verdad divina a través de la responsabilidad humana, y es por ello que quiero presentarte algunas de las responsabilidades que el predicador tiene para llevar a cabo su trabajo efectivamente.

Como ya vimos anteriormente, la predicación es un acto soberano de Dios en el cual una persona explica lo que ha recibido de Él, ofreciendo así una oportunidad para que el hombre tome una decisión y actúe en respuesta. Ahora bien, el predicador tiene mucho que ver a la hora de la predicación, pues habiendo recibido algo debe planear cómo lo va a presentar a sus oyentes. Es por esto que en esta entrada estudiaremos cuál es la parte del predicador en la predicación, es decir, qué tiene que hacer el predicador para poder presentar su mensaje de manera efectiva.

Hábitos de trabajo del predicador

  • El estudio

 Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.

2Tim 2:15

Pablo le dice a Timoteo que se presente como alguien aprobado, listo, y que lo haga con toda diligencia. Al predicar, uno va a utilizar la palabra de verdad, pero tal y cómo dice el apóstol, debe usarla bien. ¿Cómo podremos usar esa palabra de verdad? Estudiando desde temprano, diariamente y bien. Mientras más estudiemos más efectivo será el mensaje, porque comprenderemos mejor los pasajes que vamos a utilizar.

Ponte a trabajar y hazlo bien

  • Preparación del mensaje con antelación

Algunos profesores de homilética recomiendan que si uno va a predicar el domingo, por ejemplo, debiera comenzar a preparar el mensaje desde el martes. Una vez escuché a un maestro decir que uno debiera preparar el mensaje con mínimo una semana de antelación, utilizando como ejemplo los panes de la proposición, que permanecían una semana delante de la presencia de Dios, para luego ser ingeridos por los sacerdotes.Según ese maestro, el predicador debiera presentar su mensaje a Dios como mínimo una semana, para luego presentarlo delante del pueblo. En lo personal me agrada mucho esta idea, pues Dios puede darnos mucho más de lo que ya pensamos tener. Para balancear el asunto quisiera decir que en algunas congregaciones se le da al predicador la fecha específica en que le tocará predicar. Es por ello que el mensaje puede iniciarse con antelación, aunque luego veremos qué sucede cuando de repente te dicen «¿puedes predicar?» minutos antes de que empiece el culto. 😉

A lo que vamos es, que el predicador debe tener tiempo suficiente para preparar el mensaje y no hacerlo todo al «ahí se va». Esto pudiéramos compararlo con la comida: ¿A quién le gusta la comida rápida? Muchos (yo incluido, :P) quizás dirían «¡a mí!«, pero, ¿qué sucedería si nos pusieran a escoger entre comida rápida y un platillo gourmet? Yo me iría por el platillo mejor preparado, por supuesto: tengo la certeza de que es algo de calidad, y que está preparado con sumo cuidado. Lo mismo sucede con la predicación: si el predicador prepara un mensaje «a la carrera», es muy seguro que habrá cosas -incluso detalles importantes- que no incluirá dentro del mensaje, y que hubieran ayudado a que éste fuera más comprensible.

Hamburguesa vs carne y camarones

Seamos honestos: la hamburguesa se ve bien, ¡pero esos camarones llaman a gritos!

En lo personal reconozco que me ha pasado: en una ocasión olvidé revisar la tarjeta que me dan a inicio de mes, donde están escritas las actividades que me tocará desempeñar (dirección de alabanza, predicación o portero), y por ello no me di cuenta cuenta que me tocaba predicar un jueves… cuando revisé la tarjeta el día anterior me quedé frío, ¡qué iba a hacer! Gracias a Dios había algo en lo que había estado meditando unos días atrás, y sentí paz de compartir acerca de eso. Obviamente, no disponía de mucho tiempo, pero gracias a Dios pude compartir el mensaje, preparándolo de manera sencilla. ¿Me hubiera gustado añadir cosas? Por supuesto. Uno se da cuenta que pudo explicar algo de otra manera más entendible, o que quizás alguna ilustración o experiencia personal hubiera sido de buen gusto para el mensaje, es decir, hubiera ayudado a comprender más el tema. ¡Es necesario estar siempre listos y no dejar todo para lo último!

  • Un horario, no un amo

Es bueno que el predicador tenga un horario de estudio, ya que tener horas regular para el estudio ayuda a mantener una buena organización. Pero ojo, el horario no Horariodebiera convertirse en el amo del predicar. ¿Tu horario dice «estudio de 7 a 9» pero estuviste ocupado a esas horas? No hay problema, puedes estudiar de 9 a 11, o de 10 a 12, o mejor aún, ¡de 3 a 5! Tener un horario que nos guíe nos ayudará a mantenernos concentrados y no perder días de estudio. Utiliza esa app de recordatorios que tienes en tu teléfono celular y añade «estudio de la palabra» como un actividad, ¡verás que útil es!

  • No estar pensando sólo en mensajes

Aunque este es un punto que trataré a mayor detalle en otra entrada cuando hablemos acerca de la vida devocional del predicador, me gustaría hablar un poco sobre él , ya que es muy importante. Muchas veces uno cae en el mal hábito de estar pensando en mensajes, es decir, que en cada verso que lee piensa «mmm… aquí habría un mensaje» o «de aquí puede salir una serie de sermones interesantes«. Incluso cuando estás leyendo la Biblia como parte de tu plan anual (si no tienes uno, te sugiero que leas esta entrada) debieras concentrarte en lo que Dios tiene para ti, y no estar pensando solamente en qué verso pudiera ayudarte para hacer un sermón. Es cierto, Dios puede hablarte mientras haces tu lectura devocional y mostrarte que tiene algo para que compartas, pero eso es muy diferente a querer ver mensajes en cada verso de la Biblia. ¡Concéntrate en lo que Dios también tiene para ti personalmente!

  • La salud

¿Qué tiene que ver la salud con la parte del predicador? Bueno, en realidad, mucho. Me encantó lo siguiente que dijo nuestro maestro de homilética:

«La culpa de la ineficacia de muchos ministerios se puede poner sobre su mala salud. Nuestros cuerpos son la casa de nuestro espíritu, por eso debemos cuidarlos. No debemos agotarnos hasta ser ineficaces; esto significa que debemos caminar -o hacer ejercicio- y comer bien. Cuando uno proyecta fatiga eso va a afectar a las personas, pues tenemos que tener vigor y predicar con energía. El ministro que no es saludable va a mostrar fatiga, cansancio y eso afectará su predicación. Dicen que el predicador tiene el trabajo menos saludable que hay, porque no sólo hay una gran variedad de estrés, sino que lo más estresante es que esas cosas son eternas. El verdadero estrés viene cuando consideramos que las cosas que estamos manejando son para las vidas eternas de las personas. Este estrés puede afectar nuestra predicación.

Debemos caminar, pues esto es buenísimo para el cuerpo. El ministerio es difícil y tiene muchos lados y requiere de una gran versatilidad. Esto tiene una carga muy pesada sobre los nervios y cuerpos también. Debemos aprender a detectar la fatiga. Jesús les dijo a Sus discípulos “venid, apartaos a un lugar desierto y descansad”. Ningún hombre puede vivir a la altura de este llamamiento sin la fuerza del Señor, porque todo ser humano tiene limitaciones».

Mujer corriendo en la playa

Hacer ejercicio con un fondo como este no tiene precio.

Está de sobra decir más. Hacer ejercicio y comer saludable no sólo es algo que nos ayuda en la vida cotidiana, sino que se reflejará en el púlpito. En lo personal mi ejercicio es salir a caminar a la playa; es muy relajante y ayuda a despejar la mente. Espero hacerlo más seguido este año.


Con esto llegamos al final de esta entrada. Como puedes ver, el predicador tiene muchísimo que ver en el acto de la predicación, y aún nos faltan ver muchos detalles más que nos ayudarán a tener un mejor desempeño, tanto en nuestra vida devocional personal, como en el púlpito. ¿Tienes alguna anécdota sobre predicación? ¡Me encantaría leerla en los comentarios!

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